dimecres, 20 d’abril del 2011

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La que fuera capital del mundo civilizado durante muchos siglos sigue considerándose el corazón de Turquía. Estambul es una metrópolis, vetusta pero todavía gloriosa, de unos 12 millones de residentes, un escenario espectacular a caballo entre Europa y Asia, y un centro de importancia incuestionable en lo relativo a la historia, el folclore, el comercio y la cultura del país. A pesar de que está densamente transitado y muy contaminado, el estrecho del Bósforo (que conecta el mar Negro con el mar de Mármara) y el Cuerno de Oro (un estuario de agua dulce), contribuyen a mantener una sensación de amplitud. Durante varios miles de años, hasta la construcción del puente del Bósforo, en 1973, el único medio de transporte entre las partes europea y asiática de la ciudad era el barco. En 1988 se completó otro puente, y en la actualidad se está planeando un tercero y desarrollando la red de metro.

La historia de Estambul abarca unos 3.000 años, por lo que no está de más desempolvar los conocimientos básicos a fin de poder distinguir un hipódromo de un harén. El palacio Topkapi, residencia de los sultanes desde el siglo XV hasta principios del XIX, es una de las joyas de la ciudad. El harén del palacio (los apartamentos de la familia imperial) se asemejaba a un pequeño pueblo, que albergaba hasta 500 personas de forma continua, entre las cuales había unas 300 concubinas. El tesoro imperial es otro de los reclamos del palacio. Está colmado de oro, plata, diamantes y objetos deslumbrantes.

Aya Sofya (Santa Sofía), la basílica de la Divina Sabiduría, se erigió durante el reinado de Justiniano, en el año 548 y en esa época fue la mayor iglesia de la cristiandad. Tras 14 siglos de historia, la amenaza de los seísmos ha provocado que en la actualidad la iglesia se encuentre reforzada con contrafuertes, soportes, quioscos y dependencias que abrazan sus robustas paredes. En cualquier caso, la inmensa cúpula del interior sigue siendo impresionante. La mezquita azul es un triunfo de la armonía, la proporción y la elegancia; su parte exterior evoca el mismo tipo de admiración que el interior de Aya Sofya.

Al tomar un transbordador para cruzar el Bósforo o al pasear por el Gran Bazar (un laberinto de angostas callejuelas en las que es posible comprar un brazalete, una alfombra o simplemente curiosear), uno puede cansarse de ver tantos turistas, aunque hay varias maneras de escapar. Uzunçarsi Caddesi constituye la alternativa menos turística; en ella se pueden encontrar tiendas de torneros de madera, equipamiento de caza o comerciantes de prendas de vestir. En la zona de Beyoglu, al norte del puente, resulta fascinante darse un paseo a través de Istiklal Caddesi, la calle principal. En este lugar paseaban los otomanos de clase alta y los residentes de las potencias europeas hace un siglo, pero en la actualidad es un escenario decadente. Pese a todo, no resulta difícil imaginar esta magnífica arteria en su época de apogeo.

Sultanahmet, en la parte vieja de la ciudad, es el mejor lugar para encontrar un hotel barato o de precio medio. La plaza Taksim alberga modernos alojamientos de presupuesto medio y alto. Los restaurantes de Divan Yolu, en Sultanahmet, son los más concurridos, pero es más conveniente para el bolsillo ir a comer fuera de las zonas turísticas. En el Gran Bazar hay infinidad de pequeños establecimientos donde sirven tapas. Istiklal Caddesi también posee numerosos locales de comidas, aunque los mejores son los que hay en las calles adyacentes, hacia el Sur.

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